Salud para la Paz y Paz para la Salud

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La salud y la paz son realidades interconectadas e interdependientes en la vida de las personas y de la sociedad. Ambos tienen distinto sentido, trascendencia y secuencia de decisiones en el ámbito individual y colectivo, y ambas tareas están siempre en desarrollo.

La salud y la paz van de la mano. El primero se relaciona con el bienestar y la vida feliz de las personas, incluida su personalidad y sus relaciones con los demás y con la naturaleza. En cuanto a la paz, se entiende por paz la convivencia pacífica de las personas en una sociedad que garantiza los derechos, la justicia y la libertad. Por lo tanto, me arriesgaré y repetiré siempre que la salud para las personas es lo mismo que la paz para la sociedad. Ambos son procesos positivos, de realización efectiva de las energías humanas, de garantía real de derechos y de convivencia civilizada y no violenta.

La paz no excluye los conflictos, inherentes a la diversidad de intereses y a las tensiones de poder, pero en una sociedad en paz se enfrentan y resuelven por la vía de los acuerdos, no de la fuerza. A más de las afinidades de contenido, la salud y la paz son reconocidas como derechos. La primera ha ido logrando una sólida fundamentación en el derecho internacional.

Posiblemente, su mejor planteamiento se hizo al comenzar este milenio en la Observación General No. 14 del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales: "La salud es un derecho humano fundamental e indispensable para el ejercicio de los demás derechos”; y reconoce el derecho a la salud como "el derecho al disfrute del más alto nivel posible de salud" La Salud establecida como un Derecho Humano Fundamental permite ubicarla en el plano superior de la dignidad humana y se convierte en algo que nos compete, por el hecho elemental de ser seres humanos, y que se nos debe garantizar por el hecho de hacer parte de una sociedad determinada. Además, el reconocimiento de la salud como derecho rompe la medicalización de la salud y su reducción al manejo de las enfermedades, para abrirse a las dimensiones del bien-estar y el bien-vivir del ser humano en sociedad y en su ambiente.

La paz, por su parte, se viene pensando como derecho solo desde finales del siglo pasado. No fue sino en 1984 que se logró que la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptara la Declaración sobre el derecho de los pueblos a la paz, considerándose entonces como uno de los derechos emergentes, o de tercera generación. Nótese bien: de los pueblos, no sólo de las personas. Esta es una diferencia fundamental con el derecho a la salud, que es básicamente un predicado de las personas. El garante de ambos derechos es el mismo: el Estado.

En salud pública, estamos comprometidos con la paz porque, junto con los derechos humanos básicos, son una condición necesaria para lograr objetivos de bienestar, y es imposible brindar a la población un nivel de salud satisfactorio si nos encontramos ante amenazas y agresiones. La paz se entiende no sólo como la dejación de las armas y el cese del enfrentamiento armado, sino también como una condición para alcanzar la salud, tal como lo propone la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, como decía Abad Gómez, un completo estado de salud física, mental y social no sólo se consigue a través de la salud pública; todo lo que hacemos para encontrar nuevos acuerdos de convivencia, lo hacemos para que todos los caminos abiertos por la reconciliación amplíen los escenarios necesarios para alcanzar una óptima calidad de vida.

Sobre el autor: David Aarón Goosdenovich Campoverde

Experto en Farmacoeconomía en Euroinnova Business School en Ecuador. Profesional con amplia Capacidad de Atender de manera integral (con enfoque Bio-Psico-Social) al paciente Adulto Mayor ya sea realizando intervenciones preventivas, curativas y de recuperación funcional. Además conocimiento en áreas de medicina interna y general. Capacidad de manejo de grupo y de administración de Centro Médico ya sea gerontológico o de medicina en general.